Nuestro Padre Celestial es nuestro padre eterno y nosotros somos sus hijos, como lo ha expresado muchas veces en las escrituras. Sabemos que es un padre bueno, que ha hecho muchas cosas grandes e importantes para nuestro provecho. Que ha preparado y reservado todo un cúmulo de promesas para bendecirnos, como los dones espirituales, el libre albedrío, las escrituras, el sacerdocio, el plan de salvación y hasta ha llamado a profetas para organizar su Iglesia. Además de haber creado este hermoso planeta para nuestra comodidad y probación.
Para el Padre Celestial el valor y la salvación de nuestras almas es su prioridad y espera que tengamos los pensamientos, sentimientos y acciones correctas, para que El pueda lograr su objetivo, sin embargo nos ha dado su promesa de respetar y aceptar nuestras decisiones, aunque estas sean equivocadas y supongan consecuencias negativas para el bienestar de sus hijos. Y esta es la obra del diablo y de los espíritus que lo siguen, que lleguemos a ser tan miserables como el.
Aunque se nos permite ser nuestros propios agentes, necesitamos desarrollar la suficiente sabiduría, no para jactarnos de ella, sino para que tengamos la capacidad de tomar las decisiones correctas en los asuntos relacionados con nuestras vidas. La falta de conocimiento del Evangelio de Jesucristo, nos llevará por el sendero del pecado, condición que pone en peligro nuestra salvación espiritual.
De ahí la importancia que adquiere el estudio personal y familiar de las escrituras, porque a mayor conocimiento, mayor será nuestra capacidad de hacer lo correcto, escogiendo así para nosotros La Buena Parte de lo que el Salvador ofrece, para la salvación de nuestras almas.
Un ejemplo de cómo escoger la buena parte de lo que el Salvador ofrece es la visita que el Salvador le hace a María y a Marta en su propia casa, vease Lucas 10:38-42.
38 Y aconteció que, prosiguiendo ellos su camino, Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Y esta tenía una hermana que se llamaba María, la que, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Muchos de nosotros, al igual que Marta, pasamos afanados y turbados por las muchas cosas de este mundo, por nuestro trabajo, por los compromisos sociales, por la diversidad y complejidad de los asuntos familiares, por los estudios y los éxitos o fracasos financieros etc. Esta gama de responsabilidades absorbe la mayor parte de nuestro tiempo, dejando así, poco o casi nada para los asuntos espirituales.
Bienaventurados son aquellos que como María, han escogido la buena parte que el Salvador ofrece para la salvación de nuestras almas, Ella a hecho un alto en los quehaceres de su casa y se ha dispuesto a escuchar el mensaje del Salvador, como muchos de nosotros hacemos cuando recibimos la visita de ministración en nuestros hogares, de los líderes de la Iglesia o de los misioneros.
Recibir su mensaje es una prioridad cuando necesitamos guía, consuelo o fortaleza, y, ya habrá tiempo para lo demás.
Necesitamos tomar nuestras vidas con más calma, revisando detenidamente nuestras prioridades, para darle mucha más importancia a nuestro estudio de las escrituras, a prestar servicio, al programa de ministración, a los asuntos del Templo y a las asignaciones y responsabilidades de nuestros llamamientos.
Tener una vida centrada en Jesucristo, supone una mayor felicidad, llena de bendiciones y dones espirituales, de amor y caridad, de servicio y satisfacciones personales y familiares. Nada se compara con un vida centrada en Jesucristo, en donde todos los asuntos involucrados adquieren un carácter eterno.
Ahora yo les exhortó mis estimados hermanos a no desperdiciar más nuestro tiempo de probación, a que modifiquemos nuestra lista de prioridades, poniendo los asuntos espirituales en los primeros lugares, a ejercer nuestro albedrío tomando las mejores decisiones, aquellas que nos acerquen más Dios, y como las escrituras lo han pedido, a donar más de nuestro tiempo y talentos para un mayor crecimiento del Reino de Dios sobre la tierra.
En resumen les exhortó a escoger la buena parte que el Salvador nos ofrece para la salvación de nuestras almas, en el nombre de Jesucristo, amén.
Hno. Castillo